viernes, 6 de marzo de 2009

EL FIN DE LA HISTORIA DE LA IDEOLOGÍA Y EL FIN DE LA IDEOLOGÍA DE LA HISTORIA


“El fin de la historia” de Fukuyama era un intento de apuesta a que lo que había finalizado era la hegemonía de la ideología en la opinión pública y academia mundial.

Según él habíamos arribado a una nueva época donde el pragmatismo imperante en la sociedad occidental había convertido al género humano en un sujeto no-ideológico y las practicas económicas del siglo 20 ya no eran la utópica misión autoimpuesta por los políticos de antaño de humanizar el mundo y construir un estado, social y solidario.

Antes de Fukuyama, Tofler ya nos había advertido que vivíamos una nueva época, “la tercera ola”, la era de la información y la tecnología, Drokker también había escrito decenas de libros sobre la revolución de las organizaciones y la inminente llegada del post-capitalismo y por supuesto Lyotar nos había hecho el favor de explicarnos que ya vivíamos en “la pos-modernidad”.

Antes a Fukuyama, Lipset, se había preguntado si la era de la ideología había llegado a su fin, posterior a Fukuyama, Castels, no advertía de la sociedad de redes, Ritzer nos decía que vivíamos en un mundo Mc´donalizado, Dietrich, proclamaba el fin de la burguesía atlántica, el colapso del estado occidental homogéneo y la aurora del socialismo del siglo 21, junto a él cientos de autores nos remarcaron que la globalización era la culpable de todas las venturas y desventuras del mundo occidental, hasta escuchamos al mismísimo Correa, violando las leyes dialógicas, decretar el inicio de un cambio de época que según él no era una época de cambios.

¿Entonces por que recordamos particularmente a Fukuyama si es uno más de los tantos teóricos que han escrito sobre el afamado cambio de época?

Porque Fukuyama nos propone el final de la historia que no es más que la muerte del historicismo, y para proponerlo se embarca en la paradójica tarea de retornar a Hegel, el padre del historicismo.

Suicida tarea de resucitar a Hegel, asesinándolo. Pero en un mundo figurado diacrónico, sin historia, ya nada nos puede sorprender.

Hubiera sido menos complejo entender esta aurora política si Fukuyama hubiera apostado a explicar su visión desde Levi Straus y el estructuralismo, pero Fukuyama no apostó a lo preestablecido, a lo común, a lo predecible, Fukuyama, polémico como es, se atreve a ser provocador, a querer hacernos ver que había una faceta en la teoría de la evolución dialéctica de la sociedad y la política que no se deja ver, pero que la estamos viviendo, que nos inunda y en la que derivamos o co-derivamos, estructuralmente, como diría Maturana.

El fin de la historia llegó según Fukuyama, por que aconteció lo que hace unos cientos de años Hegel había profetizado. El modelo de estado hegemónico (el modelo de estado liberal-capitalista), cúspide de la evolución dialéctica del espíritu (dios-universo-mundo-hombre-sociedad-estado) se había instaurado por fin en occidente, el sistema capitalista se había globalizado a tal punto que ya ningún otro modelo habría de ser un verdadero competidor y tarde o temprano todo el planeta terminaría siendo el estado hemonico mundial, lo que Dietrich llamó años más tarde la hegemonía de la burguesía atlántica.

¿Qué pruebas habían en el mundo en la época que Fukuyama esgrimía estas ideas?

El fascismo, había sido desbaratado con la segunda guerra mundial, Rusia, había perdido la guerra fría y con ella el comunismo como ideal de sociedad había sido desenmascarado como lo que era una utopía más de esas soñadores esgrimen y psicópatas se apoderan y sacan provecho, China se atrevía a buscar una economía mixta, los nacionalismos tercer mundistas no buscaban más que reivindicaciones locales y el modelo liberal de estado no tenía ya ninguna competencia seria en el mundo de la ideología política mundial.

Así para Fukuyama siguiendo a Hegel, era más importante el consenso de la idea imperante que la puesta en práctica en el mundo material, por que como buen hegeliano Fukuyama sostenía que la conducta humana siempre estaba precedida por la consciencia y el modelo político imperante, tenía que estar precedido por una ideología política hegemónica.

¿Entonces, que efecto produciría esta globalización del capitalismo?, el final de las guerras ideológicas, el final de las disputas teóricas sobre qué modelo es el mejor o el más ético, la humanidad se abandonará al pragmatismo de la producción y la actividad más que política será económica, en todo el mundo, o por lo menos en los países más importantes del globo.

A la misma conclusión había llegado Lipset, la pragmática de la actividad económica mundial, conducía al final de la ideología, los países liberales, se volvían mas proteccionistas y los países socialistas se volvían más democráticos, la solución de conflictos era el objetivo inmediato de las políticas nacionales y empoderar la producción era el objetivo consensuado en la época que le tocaba vivir a la humanidad, la guerra ideológica se remplazaba por la competición comercial. Ya no eran necesarios los mesías, los héroes y los mártires, los sacrificios legendarios habían ya perdido el sentido en la humanidad, la bienvenida estaba para los genios, para los creativos, lo tecnólogos y los científicos. Los enemigos de la humanidad ya no eran los amos-explotadores-burgueses-capitalistas o los revolucionarios-terroristas-comunistas, porque la humanidad tenía como enemigo en común la ignorancia, la enfermedad y la pobreza.

¿Pero a que nos lleva este final de la historia como final del conflicto entre las ideologías?, ¿a que nos lleva esta sobre saturación de pragmatismo y sobreproducción?, nos lleva a la muerte de una de las corrientes más fuertes en la historia de las ideas humanas, “El historicismo”. El historicismo, resucitado por Hegel, no es invento de él como lo supone Fukuyama, En la “Miseria del Historicismo” Popper explica cómo nace y se mantiene esta corriente de pensamiento, que ha bebido de la mitología arcaica, mucho más que el común denominador de las teorías políticas del la modernidad.

Las culturas totémicas suponían que su pueblo descendía míticamente del su tótem, patrono protector y símbolo de identidad tribal, las culturas shamanicas en su cosmovisión, otorgaban la paternidad del pueblo al cielo (pacha kamak) y al a tierra (pacha mama), al sol (inti) o alguna deidad mitológica (viracocha). Los arios, los escandinavos y los griegos antromorfizaron a sus deidades atribuyéndole caracteres humanos a sus doses, todos estos pueblos tenían algo en común le atribuía a sus dioses la paternidad de su etnia, arcaicamente, su dios habitaba entre ellos como en la cultura egipcia donde el faraón era un dios, o en otros casos como en las culturas japonesa, inca, maya, los dioses eran los progenitores de la estirpe, la cultura judía arcaica considera a Iahveh el único dios existente y a los dioses de los otros pueblos como demonios, por lo tanto ellos eran el pueblo elegido de dios y los otros pueblos eran los servidores del enemigo (Satán).

Con la misma lógica que los judíos piensan que son el pueblo elegido de dios, los nazis pensaron que la raza aria era la raza elegida para reinar en occidente y los nipones pensaron que su imperio era el legitimo dueño de oriente y los marxistas pensaron que la proletaria era la clase que debía apoderarse del estado.

Esta lógica es la lógica del historicismo y pueblo, raza y clase se permutan una por otra en la ecuación historicista donde x = elegido y donde la ideología es la única fuente de verdad, una verdad tautológica que a los ojos de judíos, nazis o marxistas parece tan real y racional que nos sorprende como pueden pueblos enteros quedar seducidos por argumentos que violan los principios más básicos de la lógica.


Así que la muerte de la historia de Fukuyama, es la muerte de la historia, y la historia como la entendemos nosotros no puede morir por que la historia es la memoria de la humanidad y la humanidad mientras siga existiendo seguirá teniendo memoria colectiva, pero la historia es para Hegel lo que la ideología es para Marx, entonces el fi n de la historia es el fin de la ideología y el fin de la ideología por que según Fukuyama el liberalismo derroto las expectativas del marxismo, el fascismo y Teocentrismo, la muerte del historicismo criticado por Popper.

Ante esto queda decir; ya la escuela de Frankfurt en su teoría crítica ha planteado que la existencia del pragmatismo no anula la ideología, y más aun el pragmatismo, el cientificismo y el positivismo o el postmodernismo, son en sí mismo ideologías, tan ideologías como cualquier otra, por que sirven a un amo y lo hacen de manera que los sirvientes ni se enteran de quien es el amo a quien sirven.

Lakatos ya demostró en su análisis histórico que los movimientos ideológicos no mueren, van al infierno a reagruparse, es decir se encapsulan hasta que resucitan cuando se vuelve a contestar alguna nueva pregunta usando una vieja y olvidada formula, así tenemos en Latinoamérica el resurgimiento de keines, el nacionalismo indígena y la socialdemocracia, disfrazado de socialismo del siglo 21.

Ya explicó Khun como se dan estas transiciones paradigmáticas en su texto sobre la estructura de la revoluciones científicas, lo interesante es que las teorías de Lakatos y Khun se adaptan maravillosamente a los cambios políticos y culturales con la misma eficacia en que explican los cambios en la ciencia y aunque aparentemente sean teoría encontradas o opuestos lógicos, son en realidad complementarios.

Pero aun que estos aciertos teóricos de Popper, Lakatos y Khun sean más antiguos que los desaciertos de Fukuyama y Lipset, parece ser que no habían sido antes acoplados como desafíos ante las posturas políticas apologéticas de estos politólogos de la época moderna.


Eduardo Roldós Arosemena.









FUENTES:

El final de la historia y el último hombre. Fukuyama.
¿EL fín de la ideología? Lipset.

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