lunes, 3 de noviembre de 2008

CONJETURAS Y CERTEZAS

Por Gabriel Zanotti
Mayo de 2000

1. Tesis central.
La tesis central de este breve ensayo será demostrar que el debate Popper-Kuhn-Lakatos-Feyerabend implica un replanteo de la noción de racionalidad, de modo tal que conduce a una racionalidad creadora, hermenéutica, prudencial, fragmentada, espontánea y analógica.

En efecto, muchas veces, en la interpretación de estos autores, se pasa por alto que el debate tiene una especie de lógica interna, cierto dinamismo propio que conduce a cierta unidad de pensamiento más allá de las profundas diferencias entre ellos. Y esa unidad de pensamiento a la que nos referimos lleva a una conclusión en cierta medida revolucionaria para esta época filosófica, marcada actualmente por una mezcla entre un fundamentalismo positivista respecto a las ciencias positivas y un escepticismo y relativismo respecto a todo lo que tenga que ver con las preguntas más profundas del ser humano[1]. Esa conclusión es que la racionalidad prudencial abarca a lo físico y a lo metafísico de manera análoga.

2. La herencia cultural positivista.
Del positivismo y el neopositivismo no voy a reiterar sus características ya conocidas. Sólo quiero resaltar algunas de ellas que han tenido un gran impacto cultural y tienen “herencia” cultural, de modo tal que una gran mayoría de personas sigue pensando en clave positivista sin advertirlo. En primer lugar, su ideal de racionalidad: cuantitativa, matemáticamente exacta, cerrada a lo metafísico. Cuando las personas piensan en las ciencias piensan, en general, en “ciencias exactas”, en estadísticas y en mediciones. En segundo lugar, muchos piensan que las ciencias “exactas” describen “objetivamente” los “hechos” con independencia de todo tipo de interpretación. Ese es otro resultado cultural de la separación positivista entre teoría y observación. En tercer lugar, muchas personas excluyen de la racionalidad a las cuestiones metafísicas tales como Dios, el alma, la libertad; como mucho, muchos ubican a esas cuestiones en una respetuosa, íntima e incomunicable fe sin diálogo con la razón. A pesar de que estas cuestiones –la racionalidad cuantitativa, la racionalidad sin hermenéutica y la racionalidad sin metafísica- son “asesinadas”, en mi opinión, por Karl Popper[2], sin embargo han penetrado profundamente en nuestra cultura, en nuestra sociedad, en nuestra política[3], e implican por lo tanto un triunfo cultural del positivismo, contra lo cual poco puede hacer su supuesto gran adversario, el postmodernismo, que coincide con el positivismo en la negación de toda metafísica racional.

3. La lógica interna del debate de Popper a Feyerabend.
Sin embargo, Popper da un giro copernicano. La racionalidad ya no es cuantitativa porque la elaboración intelectual de la conjetura no depende de ningún cálculo previo, amén de que la corroboración de la conjetura es un proceso cualitativo más que cuantitativo. Por otra parte, la negación lisa y llana de la separación entre lo teórico y lo empírico, y la rotunda afirmación de la carga conjetural de los enunciados observacionales, da un total giro hermenéutico a la epistemología, aunque Popper no utilice esa palabra (‘hermenéutica”) por sus poteriores debates con Kuhn[4]. Por último, que la metafísica sea fuente de elaboración de las conjeturas implica una interacción entre metafísica y ciencia que hasta entonces era negada por el postivismo. Eso incrementa la relación entre hermenéutica y ciencias positivas, pues estas últimas dependen de cosmovisiones metafísicas del mundo previas a lo empírico, y no al revés. En este punto coindiden Koyré, Kuhn y Feyerabend[5]. No es un punto sin importancia porque de él depende toda nuestra interpretación de la historia de la ciencia occidental[6].

Las diferencias entre Popper y Kuhn son harto conocidas. Esta vez ayuda a nuestros fines algo esencial en Kuhn que, aunque él no llamó explícitamente racional, en mi opinión sí lo es. Kuhn tiene que explicar que “a pesar” de que los científicos se aferran a los paradigmas, sin embargo ellos, por ver a su paradigma como figura, están capacitados para ver las anomalías y los paradigmas alternativos como “fondo gestaltico” que le permiten identificarlos como, precisamente, alternativos[7]. Esto, que para Kuhn es psicológico, no por ello, en mi opinión, deja de estar fuera de esa intuición intelectual popperiana que capta nuevas conjeturas. Es otro ejemplo de racionalidad creativa, cualitativa, previa al testeo empírico y no dominada por él.

Lakatos, a su vez, al intentar unir la sensibilidad presciptiva de Popper con la sensibilidad histórica de Kuhn, elabora, como es sabido, sus famosos programas científicos de investigación. Cuando su amigo Feyerabend, irónicamente, le objeta que no están especificadas las normas por las cuales se puede saber “cuándo” un programa de investigación comienza a ser regresivo o progresivo, Lakatos contesta que la noción de riesgo es lo que caracteriza a la racionalidad[8]. A esto agreguemos que Kuhn explica que las normas generales de una buena teoría científicas deben ser aplicadas en a cada caso concreto de modo diferente por cada científico en particular[9], y Feyerabend da una explicación similar cuando explica qué es verdaderamente la inconmensurabilidad[10]. Sin darse cuenta, todos ellos están retornando a la noción medieval clásica de prudencia, de aplicación de lo universal a lo particular. La racionalidad prudencial saca a la racionalidad de su paradigma positivista de racionalidad algorítmica –bien criticada por Kuhn-[11] para ubicarla en una intuición cualitativa de lo teórico, tan falible como creativa. A lo cual agreguemos que Feyerabend, cuando explica el verdadero alcance de su “todo vale” explica sencillamente que todas las metodologías, por mejores que fueren, tienen sus límites[12], más allá de los cuales no hay otra metodología, sino la creatividad del científico.

Como vemos, la lógica interna del debate de estos autores los hace coincidir en algo: en una noción de racionalidad abierta a la creatividad. El positivismo, después de Popper, es un muerto epistemológico que goza de buena salud cultural.

4. Ciencia y hermenéutica.
Con todo lo cual, la hermenéutica, esa misma hermenéutica gadameriana de anticipación de sentidos y horizontes, no está reservada sólo a los debates postmodernos, a la estética, la linguística o las ciencias sociales. No: está en el corazón mismo de la actividad científica como interpretación del mundo. Feyerabend, Koyré y Kuhn, como ya he dicho, han explicado que las revoluciones científicas son, antes que nada, revoluciones hermenéuticas. Por qué un científico cambia el ángulo de su observación? Por qué unos intepretan unos fenómenos de un modo, otros de otro? Por qué Galileo dirigió su telescopio hacia la luna, cuando habitualmente se lo dirigía, antes, hacia el ejército enemigo? Por qué, a su vez, Galileo pudo interpretar de cierta forma lo que vio? Que Popper haya acusado a Kuhn de relativista cultural por ello no cambia la cuestión: podemos tener hemenéuticas de los fenómenos físicos más o menos cercanas a la verdad –eso Kuhn no lo aceptaría- pero de igual modo tenemos siempre hermenéuticad diversas, alimentadas por nuestras metafísicas y nuestras religiones. Teoría antes que observación: he allí la clave de la cuestión. Por supuesto, la ciencia necesita para eso una hermenéutica realista, para la cual el autor clave es Husserl[13].

5. La racionalidad fragamentada y espontánea.
Por supuesto, aunque una ética del diálogo como la de Popper sea muy deseable para la ciencia[14], sin embargo Koyré tiene razón[15] en que este “itinerario de la mente hacia la verdad” no es un camino directo, rectilíneo: es un camino quebrado, lleno de dificultades, en las cuales las explicaciones de Kuhn sobre sociología de la ciencia son muy pertinentes. Pero, por esto, la evolución de las teorías científicas hacia la verdad no depende tanto de la conducta concreta de esos seres humanos de carne y hueso que son los científicos, llenos de envidias, soberbias, celos, odios, intolerancias y resentimientos, sino que depende de la dinámica propia de las teorías falsables en sí mismas[16], que una vez “proferidas” tienen cierta vida propia: son refutables en sí, criticables en sí[17], aunque el científico en concreto las considere irrefutables, exactas y libres de crítica. Por eso opino que, allí donde haya un grado suficiente de intuición conjetural por parte de los científicos –aunque luego se aferren a sus paradigmas-; un mínimo de realismo natural y un manejo intuitivo del principio de no contradicción; y, sobre todo, condiciones institucionales mínimas de crítica, entonces la evolución de lo más alejado a lo más cercano a la verdad se dará por un proceso espontáneo de conjeturas y refutaciones. “Espontáneo” hace referencia aquí a un proceso social no dirigido por alguien en particular ni dependiente de la ética o formación filosófica y/o epistemológica de los científicos. Ellos proceden con conocimiento limitado, fragmentado, parcial, pero basta la crítica mutua, amigable o no, para que las conjeturas progresen hacia la verdad, aunque con altibajos, progresos y retrocesos, como, sencillamente, todo lo humano.

6. Hacia una racionalidad analógica.
Pero esto que vengo diciendo no se da sólo para las ciencias positivas. Aunque en la metafísica tengamos más certeza (y dije simplemente “más”) sin embargo ello no implica que en ella no haya también una crítica “metódica”, en cuanto, por una cuestión de método, debemos estar abiertos al derecho del otro de interpelarnos, de hacernos preguntas, derecho que surge de nuestro deber de no imponer nuestras “mayores certezas” por la fuerza, ni física ni linguística. Por ende, analógicamente, ciencia y metafísica pueden ser ambas ciencias, en cuanto ambas estén relacionadas con el diálogo como método para la búsqueda de la verdad[18]. La demarcación entre ciencia y no-ciencia no pasa por la demarcación entre ciencia y metafísica, sino por la demarcación entre una actitud racional dialógica, por un lado[19] (como “lo científico en sentido amplio”) y, por otro, como lo “no científico en sentido peyorativo”, la imposición violenta e ideológica del propio paradigma. Esta imposición es la que se da cuando las condiciones institucionales de crítica de las que hablé son culturalmente anuladas.

7. Conjeturas y certezas.
Con lo cual llegamos a nuestra tesis: el paradigma positivista, donde lo racional está en la física y lo irracional en todo lo demás, ha muerto por la propia dinámica del debate post-Popper. Sin saberlo, Popper y los demás autores que giraron en torno a su revolución copernicana han abierto paso a un nuevo paradigma de racionalidad cualitativa, conjetural en el caso de la física, menos conjetural en el caso de la metafísica. El siglo XXI –que si ha comenzado o no es un debate matemático del cual me abstengo…- implicará el redescubrimiento, nada nuevo para Santo Tomás[20], de que física y metafísica son ambas ciencias, con diversos grados de certeza. La gran sorpresa será ver que allí donde el positivismo puso más duda, hay más certeza (la metafísica) y allí donde el positivismo puso más certeza (la física) hay mayor grado de opinión. Metódica, hipotética-deductiva, pero opinión al fin.
Los procesos culturales son largos. Es impredecible el tiempo que tomará este nuevo concepto de racionalidad en re-instalarse. Pero debemos ser concientes de que él implica una nueva interpretación del mundo y de toda nuestra cultura y vida social y política. El positivismo logró un imperio científico; la muerte cultural del positivismo lo derrumbará. Estamos en medio del proceso y eso nos impide tomar la perspectiva suficiente como para verlo bien. Pero las ideas tienen vida propia. Son lo más parecido a Dios que tenemos y son lo único que, junto con nuestro espíritu, trascienden a nuestro tiempo.

[1] Ver Nubiola, J.: El taller de la filosofía, Eunsa, Pamplona, 2000, cap. 4 punto 5.
[2] Era la opinión de Popper también. “Quién mató al positivismo lógico?”, se pregunta, y considera que él es en cierta medida responsable. Ver Búsqueda sin término, Tecnos, Madrid, 1985. Cap. 17.
[3] Ver Feyerabend, Tratado contra el método, Tecnos, Madrid, 1981, cap. 18, y La ciencia en una sociedad libre, Siglo XXI, 1982.
[4] Ver sobre todo su ensayo The Myth of the Framework, en el libro homónimo, Routhledge, 1984.
[5] Ver Koyré, A.: Estudios de historia del pensamiento científico, Siglo XXI, 1988; Pensar la ciencia; Paidós, 1994; Kuhn, T.: La estructura de las revoluciones científicas, FCE, 1971; La revolución copernicana, Orbis, Madrid, 1985; Feyerabend, P.K.: op. cit y Philosophical Papers I y II, Cambridge University Press, 1981.
[6] Ver Kuhn, T.: La revolución copernicana, op.cit.
[7] Kuhn, T.: La estructura de las revoluciones científicas, op. cit, cap. VI, y su ensayo La tensión esencial, en el libro homónimo, FCE, 1996.
[8] Ver “La historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales”, cap. 2 de La metodología de los programas de investigación científica, Alianza, Madrid, 1989.
[9] En “Objetividad, juicios de valor y elección de teorías”, cap. XIII de La tensión esencial, op. cit.
[10] En Philosophical Papers, op. cit., I, parte I, cap. 1, punto 5.
[11] Ver op. cit.
[12] Ver Adiós a la razón, Tecnos, Madrid, 1992.
[13] Ver Husserl, E.: Ideas II, Kluwer Academic Publishers, 1989; The Crisis of European Sciences, Northwesten University Press, Evanston, 1970.
[14] Ver Artigas, M.: Lógica y ética en Karl Popper, Eunsa, Pamplona, 1998. C. Pierce también tiene una ética dialógica de la ciencia, aunque aún no lo he podido estudiar. Ver al respecto Nubiola, J., op. cit.
[15] En “Perspectiva de la historia de la ciencia”, en Estudios de la historia del pensamiento científico, op. cit.
[16] Ver Popper, K.: Replies to My Criticis, in The Philosophy of Karl Popper, Part II, edited by P. Arthur Schilpp Lasalle; Illinois, 1974, p. 1004. Allí Popper explica claramente que la teoría de Newton “es” falsable aunque Newton no lo haya considerado así.
[17] Aunque esta noción está diseminada en toda su obra, Popper la explica con peculiar énfasis en All Life is Problem Solving, Routdledge, 1999, Part I, 5. Pero siempre que Popper explica su teoría del mundo 3, el mundo de las teorías en sí mismas consideradas, la misma idea está implícita o explícita. Hay aquí una conexión con Husserl aunque Popper la hubiera negado.
[18] Sobre el diálogo y el pluralismo no confundido con el relativismo, ver Nubiola, op. cit.
[19] Ver Artigas, op. cit.
[20] Ver In Boethium De Trinitate Q. 6; hay una excelente traducción castellana por Ana Mallea e introducción de Celina Lértora Mendoza en Teoría de la ciencia, Ediciones del Rey, Buenos Aires, 1991.

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